Soy corredora aficionada desde hace más de 12 años. Trabajo a tiempo completo y tengo pareja que también trabaja a tiempo completo y dos hijos menores. Practico mi afición de cuatro a cinco días a la semana y compito en unos 10 eventos al año, tanto en asfalto como por montaña, entre 5k y 60k. Los fines de semana se han de dedicar, en periodo de competición, a las tiradas largas, de entre 3 y 5 horas. Desde hace años observo con detalle la participación femenina en las competiciones en las que participo. En muchos casos me siento miembro de una minoría empoderada.

La carrera a pie (asfalto, montaña) se ha popularizado en los últimos años en España. Según el Anuario de Estadísticas Deportivas 2019 (Ministerio de Cultura y Deporte), el número de practicantes ha pasado del 4,8% en 2010 al 10,6% en 2015. Este incremento se ha reflejado también por género (en los hombres ha aumentado del 6,3 al 13,3%, y en las mujeres del 3,4 al 8%). 

Un buen número de corredores y corredoras habituales participan en eventos competitivos. Por centrarnos en las carreras más reconocidas en nuestro ámbito de la Comunidad Valenciana en el último año, la participación femenina decrece conforme aumenta la longitud de la carrera, y la dureza de la misma (desnivel). En el 10k Valencia Ibercaja de 2020 la participación femenina (llegadas a meta) fue el 29,77%. En el 21K de Valencia 2019, descendió a 24,5%. En la distancia por excelencia (maratón, 42,195 m, que por cierto incluyó por primera vez a la mujer en las Olimpiadas de 1984), el porcentaje de mujeres en la Maratón de Valencia 2019 fue de un 18,7%. Si nos centramos en el Trail, carrera por montaña, una carrera de 25k (por ejemplo, la Marxa a Peu per Borriol, con un desnivel positivo de 1200 m+), la participación femenina aún fue menor, de un 16,17%. Y finalmente, la Marató i Mitja (MIM, 60K, 3300 m desnivel positivo) y a su hermana mayor (CSP, 110k, 5600 m +), que todos los corredores y corredoras de montaña de Castellón amamos por ser nuestra carrera mítica, son buena muestra de la alta exigencia de las carreras de montaña, y en las que la participación de mujeres fue, respectivamente, solo del 13,19% y del 8,1%. 

¿Por qué se produce esta diferencia tan grande en la distribución de género de los participantes en carreras competitivas? Una de las razones puede ser el menor porcentaje de mujeres practicantes de la carrera a pie; pero obviamente el porcentaje de participantes en competiciones no corresponde a lo esperado.  Una respuesta puede estar en la brecha de género en la participación de tareas domésticas y de cuidado, y en el fenómeno de la doble jornada. Según el INE, 2019 (Mujeres y Hombres en España), entre la población trabajadora, son más largas las jornadas de trabajo de las mujeres ocupadas que de los hombres. Incluyendo trabajo remunerado, no remunerado y desplazamiento, las mujeres ocupan un total de 63,6 horas semanales, frente a 56,7 horas de los hombres. Es decir, ¡los hombres tienen casi 7 horas semanales más para ocupar en su ocio! Además, según esta misma publicación, los hombres con criaturas y pareja dedican 20,8 h/ semanales a trabajo no remunerado, frente a las 37,5 h que dedican las mujeres. Según este mismo estudio, el 77,5% de las mujeres dedican todos los días un periodo de tiempo a actividades de cocina y tareas domésticas, frente al 32,9% de su contraparte masculina. Además, al cuidado de las hijas e  hijos se dedican todos los días el 47,5% de las mujeres frente al 31,5% de los hombres. 

Por tanto, en mi opinión, las mujeres trabajadoras disponen de menos horas de ocio (y consecuentemente, para dedicar al entrenamiento). Las mujeres renuncian a sus horas de entrenamiento. Alguna compañera de entrene me ha comentado “Quedar a correr a las 19 horas, es hora de hombres”… 

¿Pueden estar cambiando estas realidades durante la cuarentena? Se ha incrementado mucho el porcentaje de hombres y mujeres que trabajan íntegramente desde casa (teletrabajo), y por otro lado, también, desgraciadamente, el porcentaje de personas que resultan afectadas por un ERTE, un permiso retribuido obligatorio, o han perdido su empleo, y deben permanecer en la vivienda. Esta realidad, impuesta por el estado de alerta decretado, limita la salida del hogar a concretas circunstancias relacionadas con actividades esenciales, entre las que no se encuentra la práctica de deporte al aire libre. En muchos sectores no esenciales nos hemos ahorrado tiempo de desplazamiento, y una parte de la población, también, el tiempo dedicado al trabajo remunerado. Los hogares que contaban con ayuda externa para las tareas domésticas han dejado de contar con él durante el periodo de alarma. ¿Quién está realizando las tareas del hogar? Por toda esta situación, sería esperable una redistribución de los tiempos de ocio, trabajo remunerado y trabajo no remunerado, en los hogares confinados entre hombres y mujeres.

Por otro lado, el deporte en casa supone un elemento de salud física y mental, desahogo emocional e incluso de cohesión grupal (familiar). Para los y las deportistas confinados, se han multiplicado las apps y planes de entrenamiento para corredores y corredoras. Por ejemplo, yo he pasado a entrenar los 7 días de la semana.

Esta nueva situación, prolongada al menos hasta el 26 de abril, supone, por tanto, un experimento social, que podría sentar en el mejor supuesto, un hábito de igualdad en la participación de tareas del hogar y cuidado de menores, y que permitiría un aumento de las horas de ocio de las mujeres, y en consecuencia, un aumento de las horas de entrenamiento semanales de las mujeres corredoras. Pero para estudiar este fenómeno habría que realizar una investigación a fondo.

María Isabel Beas Collado