Soy profesora en la Universidad Rey Juan Carlos, en el Área de Finanzas, y durante la mayor parte de mi carrera profesional me he dedicado a la gestión: he sido Vicerrectora durante 9 años y Decana posteriormente durante otros 7. Han sido años complejos pero apasionantes, pues ambos puestos supusieron un reto para mí, máxime si se tiene en cuenta que fui la primera Vicerrectora y Decana en la Universidad: mujer y joven, nada sencillo, pero que yo no percibí como una limitación, ni por la edad ni por el género. También he sido una convencida tardía de la igualdad, era de las que no querían cuotas porque defendía que tendríamos que llegar por méritos propios sin ayudas, como si las cuotas lo fueran. Mi posición privilegiada, cerca de las mujeres jóvenes, universitarias, me ha permitido ver el recorrido que aún nos queda. El discurso de la igualdad, aunque les suena, no ha calado. Siguen estando dispuestas a aceptar salarios inferiores nada más salir de la carrera o piensan que valen menos si son de carreras de ciencias sociales frente a las ingenieras (minoritarias en estos grados). Pero también es cierto que el cambio puede ser de 180º si se trabaja con ellas. Durante mucho tiempo me he preguntado cómo, con tantas mujeres como hay en el sector de la comunicación, no han sido capaces de generar un discurso realmente transformador; el problema es de tal calado que se trata no de preguntar qué hacen otros, sino qué hacemos nosotras.
Durante tres ediciones hemos trabajado con estudiantes en sus últimos cursos tratando de darles una formación en liderazgo femenino. Tratábamos de enseñarles la realidad, ayudarles a tomar conciencia de sus capacidades y potencialidades, mostrarles el camino recorrido por otras mujeres haciéndoles ver que sí pueden, sean de la disciplina que sean. Y podemos estar muy satisfechas: 75 mujeres jóvenes están preparadas para impulsar el cambio, pero no es suficiente. Necesitamos ayuda para lograr que estos programas no sean iniciativas minoritarias, necesitamos o bien que desde la administración académica se incorpore la adquisición de las competencias que les van a permitir combatir la desigualdad o que con la ayuda de iniciativas y colaboraciones público-privadas podamos seguir trabajando en esta dirección. El éxito de este Programa realizado junto a Women Ceo, una Asociación de mujeres Ceos y Directivas, lo hemos validado y publicado sus resultados en Segovia-Pérez, Laguna-Sánchez, de la Fuente-Cabrero, (2019). Education for Sustainable Leadership: Fostering Women’s Empowerment at the University Level. Sustainability, 11, 5555. Enseñarles a ver las barreras con las que se encontrarán, a tejer sus redes de contactos o a trabajar la autoconfianza son piezas clave en este camino. Si todo ello lo hacemos desde las emociones, el éxito está garantizado. En cualquier caso, estemos donde estemos, siempre algo podemos hacer.
Os animo a mirar con otros ojos y buscar, desde la posición que ocupe cada una, ¿qué puedo hacer por la igualdad?
Pilar Laguna Sánchez
Profesora de la Universidad Rey Juan Carlos.
Muy tópico.
En el mundo laboral hay peores discriminaciones de distinto género que afectan tanto a hombres como mujeres, como la edad, la imagen, la moralidad…
No habiendo intención de combatir los problemas generales que afectan a hombres y mujeres, abordar criterios parciales específicos, como el sexo, podría parecer una fruslería.
Gracias, José Ramón, por tu comentario. Efectivamente, en el ambiente pueden darse diferentes tipos de de discriminaciones; una a una o varias a la vez (lo que se conoce como interseccionalidad, por la potencialidad exponencial que tiene la combinación de varias). Pero, a nuestro entender, eso no le quita importancia a las discriminaciones que, de manera más o menos consciente, se siguen realizando por cuestión de género/sexo. De todos modos, como comentas, lo importante es visibilizarlas para, poco a poco, ir desmontándolas.