Mi interés por las “nuevas masculinidades” despertó en el último año de carrera. Trabajo Social es (debe ser) transversalmente feminista, por ello en muchas de las asignaturas estudiábamos la igualdad de género. Pero con el tiempo me fui dando cuenta que el discurso adoptado siempre se dirigía hacia nosotras y que además el público (el alumnado) era un 90% femenino. Mi pregunta era… ¿Cómo vamos a cambiar el mundo sin “la otra mitad”, además la mitad que principalmente es la que provoca la estructura desigual?

Me adentré en el “mundo” de las nuevas masculinidades y de mi trabajo de final de grado pude concluir que es un movimiento social por el que se reivindica una nueva manera de «ser hombre», viviendo la masculinidad de una manera positiva y no de una manera tradicional y hegemónica en la que parece que se construye una especie de «coraza» emocional. Realizar una reflexión y deconstrucción de los roles que conllevan la masculinidad tradicional es indispensable para trabajar la igualdad, consiguiendo así un nuevo método de prevención de Violencia de Género.

Ahora veo que en la teoría queda genial, pero llevado a la práctica me parece muy complicado, si lo que queremos es la abolición del patriarcado.

Desechar los comportamientos considerados tradicionales y abrirse paso a poder adoptar roles que anteriormente estaban destinados a mujeres, como la crianza o la preocupación emocional, es maravilloso, pero para ser mejor persona a nivel individual.

Uno de los problemas más graves de este movimiento es su carácter individualista. Si vemos la evolución del feminismo, sus diferentes etapas en cada una de sus épocas, podemos ver una lucha bastante unificada, un colectivo luchando por sus derechos arrebatados. Sí, puede haber vertientes de pensamiento, y diferencias entre nosotras sobre algún tema en concreto. Pero el fondo está claro; la igualdad de género, la lucha por nuestros derechos, el exterminio del patriarcado que reproduce un sistema de dominio. 

Pero, ¿cuál es el leitmotiv de estas nuevas masculinidades? Su lucha implica renunciar a privilegios, y creo que, aunque unos pocos sí lo vean claro, el consenso va a ser más complicado.

Podemos ver en las redes sociales perfiles de hombres que alardean del fenómeno aliado, pero, ¿realmente se cuestionan con ello sus privilegios? ¿o simplemente parten de unos aspectos muy concretos como pueden ser la fuerza, la ocultación de los sentimientos o la violencia, para autodefinirse, de manera individual, como algo contrario?

A mi parecer se está utilizando la etiqueta #NotAllMen para crear a su alrededor una especie de victimismo y nuevamente señalar al feminismo intentando “demostrar” una vez más que se está equivocando (mansplaining en toda regla), haciendo ver de una manera equivocada como los vemos desde el feminismo… “a todos machistas”, “a todos violadores”, “a todos malos padres”.

Y es que no ven, o no quieren ver, que no queremos decir que “todos los hombres son iguales” pero sí queremos que entiendan que forman parte de un colectivo que, por lo general, ejerce opresión sobre el otro género, es decir, que quieran o no forman parte de un orden social mundial: el patriarcado y de una cultura: la machista, que influyen y nos marcan el camino asegurándose de que cumplamos los roles de género asignados que se espera de cada uno/a.

Pero, como he dicho anteriormente, esto va de quitarse privilegios, y es mucho más fácil rodear ese camino intentando hacer algo que se le parezca para así seguir encajando en la sociedad cambiante, que realmente pegar pasos hacia delante sin tener que presumir de ello.

Aun así, hay que ver las masculinidades igualitarias como una herramienta necesaria para la prevención de la violencia de género, hay que empezar a cambiar comportamientos y actitudes de manera real, y por algo se debe empezar, aunque los principios sean duros.