La teoría de la interseccionalidad establece que distintas categorías sociales pueden ejercer opresiones de forma que se entrecruzan en una misma persona. Estas opresiones varían entre distintos individuos en función de su género, raza, capacidad, clase social, orientación sexual, etc. De esta forma, la interseccionalidad es una situación en la que un tipo de discriminación interactúa con otras creando una situación discriminatoria única para cada persona.

Ahora bien, cuando hablamos de interseccionalidad, debemos tener en cuenta que la desigualdad por razón de género no puede compararse con otras desigualdades porque ninguna desigualdad puede ser equiparada a otra, ni recibir el mismo trato. 

El tratamiento de la interseccionalidad está siendo destacado en los últimos tiempos como una estrategia que contribuye a mejorar las políticas de transversalidad para luchar contra la opresión que sufren colectivos con identidades diversas.

En el contexto español, hemos sido uno de los países pioneros en políticas de igualdad, para combatir el sistema sexo-género se ha desarrollado legislación bajo el marco de la transversalidad y las acciones positivas, pero la estrategia no ha sido interseccional.

En realidad, el reto de la interseccionalidad como enfoque reside en que es un método costoso y difícil de aplicar por la fragmentación de la realidad que debe realizarse, y esto, en el contexto público se imposibilita debido a la organización institucional.

Si concretamos un poco, teniendo en cuenta la intersección mujer, discapacidad y violencia de género sabemos que se trata de un colectivo con especial vulnerabilidad que debe ser tenido en cuenta cuando se lleva a cabo el diseño de la atención a mujeres víctimas de violencia de género y debemos preguntarnos si todos los recursos a los que las mujeres víctimas de violencia de género tienen derecho –asistencia legal, asistencia psicológica, servicios sociales y servicios sanitarios- son accesibles para todo tipo de usuarias.

Eulalia Lledó, doctora en filología por la universidad de Barcelona, afirma que “lo que no se nombra no existe”. Esta situación, guarda estrecha relación con la ausencia de datos disponibles y actualizados en torno a las mujeres víctimas de violencia de género con discapacidad. No ha sido hasta la publicación de la última macroencuesta contra la violencia de género que hemos sido conocedoras de una realidad demoledora: el 23,4% de las mujeres con discapacidad víctimas de violencia de género, tienen discapacidad a consecuencia del maltrato sufrido y el 40,4% de las mujeres con discapacidad ha sufrido algún tipo de violencia en la pareja. Además, debemos tener en cuenta que, en muchos casos, el maltratador también desempeña el rol de cuidador, lo cual supone una barrera adicional para que las mujeres víctimas de violencia de género con discapacidad sean capacidad de superar el ciclo de la violencia desarrollando su empoderamiento y su independencia.

Así, citando a Molina (2013) “La aproximación interseccional es un nivel de mayor complejidad en la identificación de desigualdades que actúan sobre las mujeres y sobre grupos específicos de mujeres, en tanto permite comprender a través de las diferentes relaciones que se establecen entre las mismas, cual es el espacio social que ocupan, cuáles son sus posibilidades de reacción y si los recursos de las administraciones potencian la igualdad o la perpetúan”.

En este sentido, el tejido asociativo que trabaja para la mejora de la calidad de vida de personas con discapacidad, desempeña un papel fundamental creando sinergias en la atención a las mujeres víctimas de violencia de género con discapacidad. Un ejemplo de ello se puede encontrar en la Asociación Inserta Empleo la cual cuenta con diversas iniciativas para la lucha contra la violencia de género entre las que podemos destacar el Proyecto Mujeres en Modo On VG, cofinanciado por el Fondo Social Europeo cuya finalidad es la inserción sociolaboral de mujeres víctimas de violencia de género con discapacidad. Una labor muy necesaria, la cual tendría que ser más apoyada por el resto de la sociedad, pues es trabajo de todas y todos hacerlo más visible y acompañarlas.

Carmen Marín Vivas

Psicóloga y Agente de Igualdad