Autores como Valcuende y Blanco (2003, 2015) señalan que no existe una única masculinidad, como tampoco existen unos mismos contenidos que unifiquen el “ser hombre”. Desde la década de los 80, surgen términos para poder definir las otras masculinidades, las no hegemónicas, aquellas que no responden o encajan en lo establecido.  Términos como: masculinidades subordinadas (Connell y Connell, 2005),  masculinidades subalternas (Marques, 1992), masculinidades no hegemónicas (Val de Almeida, 2000), masculinidades marginadas cuando además se interrelación con la clase o la raza (Connell, y Connell, 2005),  masculinidades alternativas o simplemente nuevas masculinidades. En definitiva, masculinidades en plural porque existen diferentes masculinidades que se vinculan a diferentes formas de ser hombre, constituyendo al mismo tiempo una experiencia subjetiva, una experiencia social y culturalmente construida (Nascimento, 2004) que haría única cada vivencia de la masculinidad. Nos encontramos pues con una masculinidad hegemónica cuyos referentes son: la homofobia, la misoginia, el poder, estatus y riqueza, sexualidad desconectada, fuerza, agresión, restricción de emociones, independencia y autosuficiencia (Téllez y Verdú, 2011), frente a otras masculinidades que surgen en la década de los 70, con los llamados despectivamente “nuevos hombres”. En este sentido, Otegui (1999) propone que no se debería mirar hacia lo nuevo; sino hacia esas otras masculinidades que hemos tenido a nuestro lado y que sin ser hegemónicas se han encarnado en algunos padres, abuelos, tíos e hijos diferentes a los demás, hombres reales que siempre han estado ahí.

Pero, ¿Cómo un hombre desarrolla una masculinidad alternativa en una sociedad patriarcal donde prima la masculinidad hegemónica?. En este sentido los datos señalan varias aproximaciones:

  • La pertenencia a algún grupo minoritario que haya permitido el cuestionamiento de lo hegemónico.
  • La presencia de referentes y el aprendizaje vicario cuando se disponen de modelos alternativos (fundamentalmente en el ámbito familiar).
  • El desarrollo de una consciencia social relacionada con el género, que según autores como Kaufman está relacionada con la indignación ante la desigualdad, el sentido de justicia, el sentido de culpabilidad por disponer de privilegios, por horror ante la violencia de los hombres, o simplemente por decencia.

La generación de un modelo alternativo de masculinidad es extremadamente compleja, ya que estos hombres no solo han sido socializados en la masculinidad hegemónica, sino que además viven inmersos en una sociedad que mayoritariamente refuerza ese modelo.

Las masculinidades alternativas tienen varios factores en común que distan de los factores fundamentales de la masculinidad hegemónica:

  • La aceptación de la diversidad frente a la normativización.
  • El rechazo de la agresividad y la violencia.
  • La escucha, la expresión y la cercanía emocional frente a la contención y la distancia emocional.
  • La cooperación y la orientación a los vínculos frente al individualismo.
  • La aceptación de la vulnerabilidad frente a las demostraciones de fortaleza.

Necesitamos urgentemente visibilizar modelos de hombres que se han desmarcado de actitudes sexistas, misóginas, violentas, autoritarias y homófobas, y conocer cuál es el camino que han recorrido para convertirse en hombres completos y que abrazan también factores tradicionalmente considerados como femeninos como: la orientación a los vínculos, la implicación en la crianza y la expresividad emocional. Es imprescindible impulsar estrategias en la promoción: no solo de la igualdad sino también de la salud, que permitan implementar políticas socio-educativas encaminadas a paliar los enormes riesgos psicosociales que originan los modelos tradicionales de género. En definitiva, necesitamos hombres, que al igual que hicieron las mujeres, se cuestionen esa dualidad injusta que plantea como un dogma la división de lo humano en dos dimensiones polarizadas de género, que nos despojan de lo que en realidad nos pertenece a mujeres y hombres, y que nos obliga desde nuestro nacimiento a adscribirnos a lo uno y renunciar a la otro, generando violencia, desencuentros, infelicidad y ausencia de salud.

Jordi Santamaría Dávila

Citas:

Connell, R. W. y Connell, R. (2005). Masculinities. Univ of California Press.

Kaufman, M., 1995. Los hombres, el feminismo y las experiencias contradictorias del poder entre los hombres. Género e Identidad. Ensayos sobre lo femenino y lo masculino. Coords. Arango, L., M. León, M. Viveros, Uniandes: Santa Fe de Bogotá.

Marqués, J. V. (1992). Curso elemental para varones sensibles y machistas recuperables. Temas de Hoy.

Nascimento, M. (2004). (Re)pensando as “masculinidades adolescentes”: homens jovens, gênero e saúde”. En: Uziel, A.P.; Rios, L.F, & Parker, R.G. Construções da sexualidade: gênero, identidade e comportamento em tempos de AIDS. Rio de Janeiro: Pallas, IMS/UERJ, ABIA.

Otegui, Rosario (1999). La construcción social de las masculinidades. Revista Política y Sociedad, 32, 151-160. Universidad Complutense de Madrid.

Téllez, A., Verdú, A.D. (2011). El significado de la masculinidad para el análisis social. Nuevas tendencias en antropología, 2, 80-103.

Valcuende, J. M. y Blanco, J. (2003). Hombres. La construcción cultural de las masculinidades. Madrid, Talasa.

Valcuende, J. M. y Blanco, J. (2015). Hombres y masculinidad ¿Un cambio de modelo?. Maskana Revista semestral de la DIUC, 6, 1, 1-18.

Val de Almeida, M. (2000). Senhores de si: uma interpretação antropológica da masculinidade. Fim de Século, 2ª ed: Lisboa.